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SANDINISMO, POPULISMO Y DEMOCRACIA

Por Aurelio Nicolella

En Latinoamérica, el sandinismo, hoy es sinónimo de populismo llevado a su máxima expresión. Desde la llegada al poder en la década del setenta del Frente Sandinista de Liberación, que se presentaba como la gran alternativa para los pueblos tercermundistas iberoamericanos, hasta hoy mucha agua ha corrido por debajo del puente.

El sandinismo como ideario político nace con las luchas que su líder Augusto Nicolás Calderón Sandino promueve en las décadas del veinte y treinta del siglo pasado contra las dictaduras sostenidas por los Estados Unidos de América, a fin de que las más diversas empresas del país del norte pudieran realzar sus negocios y negociados.


Sandino sostenía la independencia del campesinado de la opresión de los terratenientes, tanto nacionales como extranjeros, que contaban con la ayuda estatal para reprimir cualquier intentona de rebelión.  Por eso, y a mucho pesar de los sandinistas actuales, Sandino se inspiraba en la reforma que la Revolución Mexicana, la resistencia “antiyanqui” como él la denominaba y promulgaba el reparto de tierras entre el campesinado pobre nicaragüense, para que se convirtieran en propietarios estando en igual condición con la burguesía, a la cual no combatía. Incluso llegó a firmar la paz con ellos. Entonces, el ideario de Sandino hombre, se puede resumir en solidaridad humana y dignidad entre todos los nicaragüenses y latinoamericanos.
Lo lógico es que las ideas de Augusto Sandino, no triunfaran por el contexto de la época en que vivió. Así que el gobierno dictatorial de entonces lo asesinó, pero un gran merito dejó Sandino: que las tropas estadounidenses dejaran poco antes de su muerte el territorio de su país.
La neo ideología sandinista nace en la década de 1960, muchos años después de la muerte de Sandino, Carlos Alberto Fonseca Amador es quién se encarga de darle el tinte de ideología revolucionaria, socialista y marxista. Era la época en donde todas las juventudes de latinoamérica se veían reflejadas en la revolución cubana de Fidel Castro y sus barbudos. Es así que los estudiantes universitarios centroamericanos necesitaban iconos de su propia historia nacional para verse reflejados y darle un tinte de carácter popular. Todo ello con el fin de comenzar la lucha armada hacia el poder.
Así, que en los países más pobres de la región, donde el descontento popular de tantos años de opresión y pobreza podían ser la mecha para el inicio de la revolución socialista, se necesitaran de esos referentes. Así en El Salvador, el frente de lucha llevara el nombre del abogado y comunista Agustín Farabundo Martí, muerto en 1932 por el estado salvadoreño, y en Nicaragua el nombre de quién mas había luchado contra la ocupación imperialista de su época Augusto Sandino. Así nace el Sandinismo, y su frente de liberación agrupa primeramente a grupos de izquierda y también de derecha descontentos con tantos años de gobierno dictatorial y personalista de la familia Somoza.
 El resultado es que el Frente de Liberación Nacional Sandinista, luego de heroicas batallas y luchas vistas en el mundo entero, llegue al poder.
En el poder presentan políticas de estado bien recibidas por la comunidad mundial: planes sociales para combatir el hambre, el analfabetismo (muy alto en toda la población nicaragüense), la lucha contra la pobreza e indigencia, etcétera. Todos estos temas fueron lemas políticos para sostener los principios de la revolución sandinista.
Se tuvo que hacer frente no solo a las desigualdades sociales de una de las sociedades más pobres de América Latina,  sino también al embargo estadounidense, que fue salvaje y que el país del poeta Rubén Darío tuvo que sufrir.
Ya en el primer gobierno sandinista comienzan las diferencias con los integrantes de la Junta de Reconstrucción Nacional. Muchos abandonan dicha junta, entre ellos Violeta Barrios de Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro, periodista director de La Prensa asesinado por Somoza. Luego, Violeta de Chamorro sería la sucesora de Ortega al final del proceso revolucionario en 1990.
Quién comienza a destacarse y ejercer el control y poder en esa primera junta de gobierno, es Daniel Ortega Saavedra, quien en 1984 gana las primeras elecciones post-dictadura Somoza.
Pero, de aquel sandinismo romántico en donde estudiantes universitarios de todo el continente veíamos en la lucha de un pueblo menoscabado por tanto tiempo en su dignidad, el proyecto de una América Latina igualitaria. El tiempo fue pasando y ante las sorpresas que la vida da, lo que ayer parecía una buena alternativa término siendo más de lo mismo.
Pero, ¿­qué fue lo que pasó? Pasó lo que tenía que pasar: el sandinismo cayó en la tentación del fantasma del populismo, y es sabido que las políticas populistas tienen un principio que parece justo y salomónico, pero como no se sustenta en políticas nacionales y de estado, a la larga sucumben y para seguir dichos gobiernos populistas en el poder necesitan recurrir al clientelismo político.
Eso es lo que pasó con el sandinismo, por eso perdió la elección de 1990, cuando la oposición se mantuvo unida, y volvió a perder las dos siguientes elecciones.
Daniel Ortega, a quienes los propios sandinistas históricos lo acusan de quedarse con el movimiento para provecho propio y de los suyos, desvirtuó los idearios del Frente Sandinista desde el comienzo de la revolución. Cabe recordar que el propio Ortega vivió en una mansión expropiada del antiguo régimen que ayudo a derrocar.
Gana las elecciones de 2006 con la ayuda del gurú latinoamericano Hugo Chávez y el mal gobierno de su antecesor Enrique Bolaños Geyer del Partido Liberal Constitucionalista, un gobierno que pasó sin pena ni gloria. Sumado todo ello a la división y falta de propuestas de los otros candidatos, dan la victoria nuevamente al sandinismo, quién retoma nuevamente el poder. Evidentemente ya no es el sandinismo romántico de los setenta, que convocaba a jóvenes latinoamericanos a la cosecha de café, son otras épocas y otros actores en un mundo cambiado y globalizado con problemas financieros a doquier. El sandinismo dirigido por Ortega se convierte en un gobierno netamente populista: entrega de planes sociales a diestra y siniestra, beneficios sociales a pobres carentes de los mínimos recursos, con la condiciones de afiliarse al Frente Sandinista de Liberación, y participar en mítines y actos populares que organiza el oficialismo por todo el país. Es común que los fines de semana muchos de los buses de la ciudad de Managua sean confiscados a sus dueños con el fin de trasladar a los habitantes de zonas pobres a los distintos actos partidarios del sandinismo por el territorio nicaragüense.
También hay quejas de la oposición de que se emplea a jóvenes en puestos públicos claves, a fin de que sirvan para controlar dichos organismos y poder echar a posibles opositores al gobierno. También sirven para adoctrinar a jóvenes haciéndoles creer en la bonanza del sistema y captar adherentes al “danielismo”.
Así gobierna el sandinismo, aunque haya muchos sandinistas que se oponen a Ortega y su forma de gobernar que nada tiene que ver con los principios de Augusto Cesar Sandino. Estos mismos prefieren que se use el término de “danielismo” y no sandinista al gobierno actual.
Lo cierto es que esta ayuda proviene del exterior, no son recursos genuinos. Así, Hugo Chávez le envía desde Venezuela miles de dólares que hacen que Ortega pueda sortear, por ahora, los avatares que tarde o temprano deberá pagar toda la sociedad de Nicaragua. En Venezuela, la oposición chavista a hecho hincapié en que los venezolanos paguen la fiesta de otros países, entre ellos Nicaragua.
Daniel Ortega, como todo político populista, pretende quedarse por un tiempo más en el poder. Así desconoció el artículo 147 de la Constitución Política de Nicaragua que terminantemente prohíbe la reelección al cargo presidencial y a quién la hubiere ejercido por dos períodos presidenciales. Estas prohibiciones constitucionales le quepan de lleno a Ortega, quién no se podría presentar a ninguna elección futura por presidente.
Pero, cuando un gobernante en América Latina se ve acorralado por las necesidades temporales, siempre hay una salida milagrosa. Así, la Corte Suprema de Justicia, adicta al gobierno sandinista, dictó sentencia manifestando la inaplicabilidad de dicho artículo por ser inconstitucional.
Esta corte de los milagros posibilitó así, que Ortega pueda presentarse el 6 de noviembre a las elecciones presidenciales, y con todo el aparato estatal detrás es seguro que la gane por más del cincuenta por ciento. Eso es lo que demuestran los primeros sondeos.
Lo cierto es que, en América Latina, el populismo tiende a quedarse y los gobiernos son los principales responsables de que ello ocurra. Pensar que tener clientelismo político es lo mismo que tener votos genuinos, es un error. En Nicaragua, se puede ver un ejemplo de lo que el populismo puede llegar a ser, llevando a un país a hipotecar su futuro. Deberán tomar conciencia primeramente los gobiernos y, luego, el pueblo, de que la democracia no es sinónimo de populismo sino de libertad de elección, sin ataduras a ningún plan social electoralista.