Por
Aurelio Nicolella
Dios y la ciencia |
En
estos tiempos se sigue dudando y se
discute si Dios existe o no existe, o, si la ciencia es la verdad que debe
perseguir las personas en su camino terrenal como único relato preexistente
para sus preguntas.
Uno
podría decir que Dios y la Ciencia dominan y mandan en ese aspecto sobre los
mortales humanos, en uno y otro bando. Pero quién manda ocultamente sobre todos y cada uno de
nosotros es “El mercado”, no discrimina entre creyentes, agnósticos, ateos,
creacionistas o evolucionistas, a todos abarca. Sus dirigentes son un poder
oculto imposibles de ser reconocidos por un mortal, una muy buena triada
imposible de descifrar.
Poco
sabemos o queremos saber de la celebrada sociedad de consumo la que nos impone modas, la que nos impone productos,
insumos, nos marca modas y estilos de vida, y, donde su ritual sagrado pasa por
el “rating”, la estadística sagrada que minuto a minuto nos influye y nos doméstica.
Por ese supremo o ente invisible y todopoderoso llamado “Mercado” todos los
seres vivientes trabajamos más horas de las que deberíamos, para comprar cosas
que no necesitamos, la diosa sociedad de consumo.
Ese
ente ya subyugo a la ciencia a la cual obliga como fiel servidora a ofrecer las
fórmulas para que siga siendo un monstruo de varias cabezas, Una pena,
avanzamos hacia un mundo más materialista, menos espiritual, y menos cientista,
en donde quien manda es el “dios dinero”, en donde: "tanto tienes, tanto
vales", y por tanto se pierden valores, es el vale todo, sólo en este
siglo XXI interesa la sociedad de consumo.
Pero
la sociedad de consumo ha logrado incluyo capturar la voluntad autónoma en los
seres vivientes, su fe, lo que es íntimamente perteneciente a su propio ser. Parménides
de Elea, el filósofo griego del siglo VI antes de Cristo, ya lo advertía en su
única obra “Sobre la naturaleza”.
En
el altar del modernismo “cool”, de lo urgente y lo inmediato, de la felicidad a
la carta, de la sanación y milagros el mercado los crea a medida del cliente, así
vemos que los nuevos ricos, con su proverbial condición mersa modernosa consumen
“flores de bach”, van a meditar a la India con algún gurú de ocasión, hacen
retiros espirituales en el Uritorco o algún lugar mágico, todo ello impuesto
por el consumismo de mercado.
Pero
el mercado tiene para todos los gustos y condiciones sociales a los que menos
tienen así aparecen telepredicadores y vemos el auge de sucuchos evangélicos en
el Gran Buenos Aires, que han hecho de los evangelios un negocio, hay cientos,
como hongos después de la lluvia emergen, ofrecen la felicidad instantánea, el
paraíso terrenal ya y ahora mismo, como por arte de magia, han pasado a ser el
diván del pobrerío pauperizado, los drogones y reventados que van a exorcizar
sus demonios, los desesperados ante un cáncer o una enfermedad incurable que se
tiran un lance a ver si se consuma el milagro, los adictos al juego, ex
alcohólicos, todo un amasijo de almas llevadas por la desesperación a hacer
catarsis y buscar la sanación y el milagro rápido, sin demoras ni promesas del
más allá. Mientras la Iglesia Católica Apostólica en cambio promete un vía crucis,
una vida de sacrificios y penurias en aras de la redención eterna tras la
muerte, nada más equivocado de lo que predico ese hombre hace dos mil años. Eso
explica que cada vez menos "fieles" se congregan en los templos, es
una cosa común en Europa, la mayoría de la gente dice seguir creyendo, se suele
escuchar: “…lo que pasa es que la iglesia no nos da las respuestas que
buscamos. Además las reglas que quieren imponer van en contra de una cultura
liberal como la que tenemos…”, lo que sucede es que el “mercado” les puede más,
ese espejo es más atrayente.
Todo
ello conspira a favor del mercado, entonces se comprende porque las personas
sienten felicidad en lo que la sociedad de consumo le ofrece y les da. No
importa esa felicidad es momentánea, pero no duradera ya que la sociedad de
mercado prontamente llenara ese vacío con otra u otras mendacidades que solo a personas
esclavizadas de este siglo XXI les puede interesar.
El
siglo XXI ha sido llamado por muchos pensadores el siglo bisagra y en este tema
Dios-Ciencia que tanto se ha hablaba y tantas tintas se han gastados en el
siglo anterior, por ahora en ese debate, entre Dios y la ciencia por ahora la batalla
la gana el mercado.