Por Aurelio Nicolella
Dicen que el ser humano es el único animal sobre la faz de la tierra que tiende a autodestruirse para poder sobrevivir. Así hubo tantas guerras incomprensibles, como si alguna no lo fuera, con el único fin de exterminar al enemigo, que siempre fue su semejante.
El efecto exterminador del ser humano ha mutado: del palo de las cavernas que se usaba para matar y defenderse de su prójimo considerado enemigo, se pasó a las armas más sofisticadas que hoy todos conocemos.
Durante largo tiempo en la historia de la humanidad el problema fue siempre achacado a la sobrepoblación mundial y a la falta de alimentos. Entonces la guerra venía como anillo al dedo, tenía una razón de ser, era una manera de contención a dicha superpoblación y de paso era la dominación de una cultura sobre otra.
Así, comenzaba a aparecer una nueva forma de dominación, que se vio patente en “La Guerra del Opio”, en donde una Inglaterra aliada al mundo occidental enfrentó a la China en la segunda mitad del siglo XIX, ya que la demanda de los imperios coloniales de la época era contrabandear el opio de la India a la China, con el fin de dominar las riquezas del país asiático. Ello demuestra cómo se podían usar las drogas para influir en la situación interna de las naciones, presionando sobre su evolución interna con el fin de dominarlas (suena un poco al mundo actual).
Los hacedores del mundo imperialista aprendieron esa lección y se puede decir que, desde hace más de sesenta años, la están implementando con ayuda de la inmensa revolución tecnológica que la humanidad experimentó desde terminada la segunda contienda mundial del siglo pasado; pero ya las armas no están bien vistas para usarlas contra las sociedades dominadas.
El conflicto mundial con sus bajezas hizo cambiar la forma de pensar del poder dominante, no porque se hayan humanizado, era más redituable esta nueva y olvidada forma de dominación. Así el imperio de la clase dominante perfeccionó un arma mucho más letal: permitió que la droga o estupefacientes, como quiera llamársele, entrara en todas las sociedades. Hoy vemos como la cinematografía, la televisión o Internet mismo lo fomentan, principalmente en las naciones del llamado primer mundo y más aún en la de los países periféricos como Latinoamérica.
Gusta o no la droga, termina siendo eso: una forma de exterminio de la sociedad. La sufren las capas sociales menos protegidas de este mundo hecho aldea, dichos estamentos poblacionales son lo que terminan siendo sometidos por las minorías dominantes. Así tenemos poblaciones de nuestras ciudades en donde en sus arrabales los jóvenes terminan muriendo por los efectos de esos estupefacientes que siempre finalizan siendo producto de las pingües ganancias de corruptos abogados, policías, jueces, políticos y gobernantes.
La sociedad occidental, la Argentina, no es ajena, se acostumbró a vivir con ello. Así la noticia televisiva, radial o gráfica en donde se informa del desbaratamiento de una banda de narcotraficantes o la muerte de un joven por sobredosis, o de la corrupción imperante en torno al tema de la droga, no hace mella en la conciencia ciudadana. Asistimos así a la disgregación de la sociedad, la familia y lo peor: las instituciones ciudadanas.
Tengamos en cuenta que hoy en día el narcotráfico es estimado como uno de los principales retos de nuestra humanidad. La propia Argentina dejo de ser un país de paso de droga para convertirse en un país de consumo, eso es grave y demuestra la magnitud de crecimiento del flagelo.
Así nos encontramos con estados pretendiendo combatir al narcotráfico, medidas que lo único que hacen es que el mismo crezca año tras año, ya que nunca se llega más allá de donde se origina el problema.
Existe por parte de estos distintos gobiernos de América Latina la negación o el maquillaje de la problemática de la droga ilegal. Es curioso como el informe de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas dependiente de la Organización de Estados Americanos (OEA), afirma que el consumo de drogas entre los adolescentes del continente americano es "muy alto"; y la percepción de riesgo frente al uso ocasional de esas sustancias es "muy baja", según el "Informe sobre el Uso de Drogas de las Américas de 2015" presentado ante dicho organismo continental. El informe resalta la necesidad de contar con políticas públicas bien diseñadas, correctamente implementadas y con criterios de evaluación claros”, para lo cual “se requiere de información cualitativa y cuantitativa relevante y actualizada”.
Cada gobierno hace y dice lo que más le conviene, así vemos como funcionarios muestran pomposamente en los medios públicos el desbaratamiento de una banda de narcotraficantes, lo que realmente es “narcomenudeo”. Esto como ya dijimos es un típico caso de maquillaje, no se usa todo el potencial investigativo para ir a la raíz del flagelo, a veces eso podría complicar a poderosos de la élite de los poderes gobernantes. Es “vox-populli” que el mismo narcotráfico financia campañas electorales a cambio de impunidad.
Pero así hay casos de países como Estados Unidos de América que se autoproclaman gendarmes del mundo, denunciando a gobiernos u organizaciones que no son del agrado de ellos y que junto con países poderosos, planifican y producen invasiones, violando la soberanía de los estados, pero poco hacen para colaborar de fondo contra ese flageo. Primero debemos tener en cuenta que Estado Unidos de América, según la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.), es el primer país del mundo en el consumo de estupefacientes de toda índole, y su intervención fuera de sus fronteras tiene más olor a controlar el mercado ilegal de la droga, que a reprimir. Es la clave de los distintos gobiernos estadounidenses para demonizar dirigentes, pueblos o naciones, aprovechando el accionar de organizaciones mafioso-delictivas que viven de este vil negocio, con o sin acuerdo con esas agencias imperiales que a la larga son los principales beneficiarios y promotores de dicho exterminio humanitario.
La conclusión en medio de todo ello es que se reprime a los sectores más débiles y pobres de las sociedades y usan este tema como una cuestión de sometimiento represivo o permisivo de autodestrucción para dominarlas. En cambio, en la sociedad más pudiente, también contaminada con esta plaga universal, la situación es de permisividad.
Así países como Estados Unidos de América se autoproclaman gendarmes del mundo, denunciando a gobiernos u organizaciones que no son del agrado de los países poderosos, se planifican y producen invasiones, violando la soberanía de los estados.
En el medio de todo ello se reprimen a los sectores más débiles y pobres de esta larga serie y usan este tema como una cuestión clave para demonizar dirigentes, pueblos o naciones, aprovechando el accionar de organizaciones mafioso-delictivas que viven de este vil negocio, con o sin acuerdo con esas agencias imperiales, que a la larga son los principales beneficiarios y promotores de dicho exterminio.