Por Aurelio Nicolella
Es común pensar que el justicialismo, que es en cierta manera un partido o movimiento muy verticalista más en el periodo de en qué su fundador estaba al frente, sea el único que efectivamente haga sus triquiñuelas tan comunes en la política. Pero el partido centenario, el radical, también algunas décadas antes ya solía jugar a esos juegos.
En 1927, un año antes
de las elecciones presidenciales, solamente votaban los hombres y no se votaba
en los territorios nacionales. Se sufragaba solamente en las catorce provincias
y la Capital Federal.
El año 1927 fue el
último previo a las elecciones presidenciales de 1928. En ese entonces gobernaba
el Dr. Marcelo T. de Alvear, radical antipersonalista. Fue para algunos el
mejor gobierno democrático de la historia argentina. Para otros, en cambio, fue
un gobierno sometido al imperialismo británico, imperio que estaba en
decadencia. Lo cierto es que los números en todo sentido funcionaban bien: baja
inflación, contención del gasto público, obras públicas iniciadas y concluidas
a tiempo. El país estaba presente en todas las reuniones internacionales donde
se debatían temas importantes y era considerada un país pujante y confiable.
Pero se aproximaban
las elecciones del siguiente año y se jugaba en el radicalismo mucho más que
una elección presidencial: el cisma en el que había caído el partido definiría
si el personalismo, con Hipólito Yrigoyen a la cabeza para pretender una segunda
elección, o el anti personalismo, encabezado por el presidente Alvear y cuyo
candidato era el diplomático Leopoldo Melo. Las elecciones se llevaron a cabo
recién el 1° de abril de 1928 mediante el sistema de elección de colegio
electoral.
Pero estando tan divididos los radicales el temor por parte de los personalistas, la rama más de centro izquierda del partido, era que pudieran perder las elecciones o empardarlas. Esto hacía poner los pelos de punta a muchos popes del radicalismo que acompañaban al “Peludo” en su regreso a la Casa Rosada.
En la Argentina de
fines de la década del veinte la cantidad
de extranjeros era muy importante y más en los centros urbanos, y es aquí donde
entran en juego los caudillos radicales de barrios, parroquias o comités, principalmente
los que respondían a la UCR Personalista. Estos comenzaron a entregar ciudadanías
argentinas a muchos de los extranjeros residentes en nuestro país: algunos
llevaban décadas viviendo en nuestra patria y el tema de tener la ciudadanía lo
haría participar en las elecciones nacionales.
Hubo una gran masa de
ciudadanías otorgadas a no nativos. En Argentina la ciudadanía la otorga un
Juez Federal que debe solicitar y chequear varios requisitos que a veces pueden
variar, pero se sostiene ese principio de que la ciudadanía es otorgada por la
justicia, salvo en ese año 1927 donde empadronaron como dijimos a muchos
extranjeros cuyos trámites en los registros civiles fueron realizados por los
caudillos radicales como simple gestores.
No se sabe a ciencia
cierta la cantidad de extranjeros enrolados de esta manera, la mayor cantidad
de estos empadronamientos fueron realizados en la Capital Federal y el
Conurbano, basta ver la comparación con la elección de medio término de 1926 y el aumento significativo en el padrón
electoral. Cabe aclarar que hablamos de que se votaba solamente en Capital Federal y las 14 provincias que componían los
ciudadanos con derechos políticos.
El año 1928 llegó y
Don Hipólito Yrigoyen volvió a la Casa Rosada. Sumó los electores necesarios en
el Colegio Electoral, ganando todos los colegios electorales salvo el de San
Juan que fue ganado por el Partido Bloquista. Poco sabemos si la supuesta
“patriada” de los caudillos radicales hizo mucho para sumar votos; lo cierto es
que fue una mancha que, como más adelante veremos, le sirvió al gobierno de facto
de 1930 para denigrar al Partido Radical.
Este golpe de Estado
fue el primero de una seguidilla que dejarían al país en la situación en la que
se encuentra actualmente. Pensemos que el gobierno de José Félix Uriburu miraba
con buen tinte lo que el italiano Mussolini con su régimen fascista hacía en
Italia. Siempre se ufanaba que su tercer nombre era Benito al igual que el del
dictador italiano.
Todo ello sirvió para
prescribir y detener a dirigentes radicales y proscribirlos en las elecciones
de 1932: incluso Marcelo T. de Alvear sufrió confinamiento e Hipólito Yrigoyen fue
detenido en la isla Martín García.
Pero lo más llamativo
es que la máxima que dice lo que se hace hoy se paga mañana lo sufren hoy en
día los nietos y bisnietos de muchos de esos extranjeros que fueron enrolados,
muchos sin saber, para poder votar. Hoy se les complica poder conseguir la
doble ciudadanía ya que la Cámara Nacional Electoral informa que figura como
que sus ancestros adquirieron la naturalización argentina y con ello les corta
el derecho “ius sanguinis” para poder tramitar la ciudadanía de sus
antepasados.
Una historia más de
un radicalismo que siempre nos sorprende.