Por
Aurelio Nicolella
¿Recuerdas
cuando tus padres te decían que te comieras todo lo que había en tu plato,
porque había muchos chicos pobres en el mundo que no tenían qué comer? Pues
recientemente alcanzamos un triste punto de inflexión: según un informe de
octubre pasado de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente mueren
más personas en el mundo debido al sobrepeso y la obesidad que a la desnutrición.
Campaña contra la Obesidad |
Ayer, el tabaco preocupaba a
los países desarrollados, luego de haber disminuido con leyes eficaces el
consumo del cigarrillo, según datos revelados en dichos países se fuma un
sesenta por ciento menos que en 1975
cuando comenzó lo que se llamó la “lucha contra la nicotina” (Fight against Nicotine). Por cierto, el logro
llegó por la implementación de políticas de estado y el gasto que originaba un
fumador cuando se enfermaba era superior al ingreso de dinero por impuesto que
ingresaba al fisco originado por consumir dicho consumo. Eso, precisamente,
hizo comprender a muchos dirigentes que era mejor atacar de cuajo con el mal. Entonces,
las ejecuciones de medidas anti-tabaco (como comenzar a prohibir la publicidad
en los medios de comunicación, fumar en lugares cerrados, en medios de
transportes, en las oficinas públicas, para después seguir adoptando las mismas
medidas las empresas privadas), hicieron que lo que parecía imposible y difícil
de lograr, se convirtiera en una realidad.
Gran parte de ayuda provino de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) que desde un principio respaldó activamente
las medidas que adoptaban los distintos gobiernos en contra de la lucha contra
el tabaquismo, alentando toda forma de promoción, publicidad y patrocinio en
torno al tabaco.
Aunque esa lucha no está
concluida definitivamente y erradicada de la Tierra, nadie pone en duda que más
de treinta y cinco años después los logros son importantes.
Si ayer la pandemia era el
tabaquismo, hoy la obesidad es lo que preocupa a los países desarrollados y
occidentales. Nuestro país, la República Argentina, no escapa a ello. Según cálculos
estimativos en los Estados Unidos de América sobre trescientos veinte millones
de personas el sesenta y tres por ciento de la población tiene sobrepeso y/u
obesidad, o sea que más de doscientos millones de estadounidenses sufren las
consecuencias de una mala sobre alimentación. Los números son alarmantes porque
la cifra de obesidad alcanza a más de cien millones de habitantes.
Evidentemente, el país del norte tiene una guerra declarada en su propio
territorio, donde hoy la está perdiendo y las instituciones sanitarias son
conscientes de la situación. La obesidad trae enfermedades cardiovasculares,
hipertensión arterial, accidentes
cerebrovasculares, diabetes tipo 2, problemas renales, entre otras muchas
enfermedades, incluso el tan temido cáncer. Cada año un millón de estadounidenses fallecen a causa directa de la obesidad o el
sobrepeso que sufren. Las autoridades sanitarias han hecho mano al recurso de
la difusión de lo bueno que es una correcta alimentación y de dejar la
sedentarización a la que el hombre moderno se ha acostumbrado. Incluso la
primera dama, Michelle Obama, se puso al frente de la mayor campaña contra la
obesidad.
Pero a nadie escapa que la
obesidad tiene en Estados Unidos y en cualquier parte del mundo un gran aliado:
las multinacionales de la alimentación o mejor dicho de la mala alimentación,
la comida chatarra (Junk Food).
Dichas empresas han tomado lo
que se come como una forma de ganar dinero, rápido, fácil y sencillo. Así, utilizan
la excusa de que la humanidad no sufre más hambre porque la industrialización
de los alimentos hace posible que los
mismos lleguen a todos y a menor precio.
La realidad es que se aplican
conservantes, edulcorantes, colorantes y químicos en la elaboración de esos
comestibles, para hacerlos más duraderos, siendo un arma letal, puesto que esos
productos, al no ser naturales, perjudican a lo largo a nuestro metabolismo.
Los que comienzan a ser
perjudicados son los menores. Es importante la cantidad de niños en edad
escolar que son obesos o con un sobrepeso considerable. Todo ello producto de
la comida chatarra, y, de los dulces que comen. Muchos estados del país han
cambiado sus dietas escolares por aquellas más sanas, incluyendo frutas y
verduras en sus menúes. El lema en muchos lugares de Estados Unidos es “más
zapatillas y menos pastillas”, una invitación a moverse más en esta época de tecnología.
El problema de la obesidad infantil
ha traído aparejado un gran porcentaje
de infantes con diabetes. Es común que muchos médicos y nutricionistas aleguen
que los niños nacidos en este siglo tendrán una expectativa de vida mucho menor
que sus propios padres.
La obesidad en la pintura |
La situación en nuestro país no
dista mucho de la que se ve en el país del norte. En Argentina, sobre una
población de cuarenta y dos millones cerca de once millones quinientos mil
habitantes sufren sobrepeso u obesidad, y ello debido al cambio de hábitos
alimentarios y sedentarización: se come rápido, mal y encima, cada vez se mueve
menos el cuerpo. El argentino medio incluso ha dejado de cenar en los horarios habituales de antaño. Hoy es
común que después de las diez de la noche se comience a cenar, lo que conlleva
a que no se haga la digestión requerida antes de ir a dormir, y si a eso se le
suma que muy pocos desayunan bien en la mañana antes de comenzar sus labores de
acorde a lo recomendado. Las reuniones de amigos o familiares son puras comilonas,
donde se ingieren miles de calorías que hacen crecer la panza.
La educación infantil al
respecto es casi nula, en las escuelas tanto públicas como privadas no existe
una dieta acorde a la real necesidad de los pequeños, así comiendo chocolatines
o productos procesados se está creando una bomba de tiempo que estallará en
poco tiempo. Últimamente los profesores de educación física de las escuelas
argentinas solicitan un certificado médico que acredite por un profesional que
el menor o alumno está capacitado para realizar actividades físicas, cosa
impensada hace un par de décadas, en donde los niños eran muchos más esbeltos,
aunque fueran de contextura grande. Una de las razones es que los menores no
juegan al aire libre tanto como antes, los juegos de las computadores, las
redes sociales y las video consolas de sobremesa han remplazado los juegos en lo que se consumían miles de
calorías.
Las frutas, verduras y la
comida elaborada han sido reemplazadas de las mesas argentinas por comida chatarra
que puesta cinco minutos en el horno microondas está lista para ser consumida.
Para nuestro país, la obesidad
y el sobrepeso deben ser una cuestión de estado. Políticas de salud urgentes
deben ser instrumentadas. No alcanza solamente con la ley 26.396, aunque cabe
reconocer que su artículo 16 obligó a las obras sociales y medicinas prepagas a
brindar coberturas sobre este rubro a las personas enfermas por trastornos
alimentarios. Se ha calculado que dichas instituciones se han ahorrado millones
de pesos en gastos de enfermedades colaterales que produce la obesidad, y
pensar que hacían “lobby” contra la
sanción de dicha ley.
El Ministerio de Salud de la
Nación poco y nada hace para difundir por los medios de comunicación masivos
los beneficios de una buena alimentación y la práctica de ejercicios físicos.
Corresponde al estado y a la
población en general encarar la lucha
contra esta pandemia. Se pudo contra el
tabaquismo y las multinacionales que apañaban su consumo, se estabilizó el riesgo
de muerte ante el V.I.H. dándoles a los enfermos una mejor calidad de vida, ¿por
qué no puede suceder lo mismo con la lucha contra la obesidad?, ¿desidia de
nuestros gobernantes?, ¿temor a las empresas de alimentación chatarra?, o
¿negligencia e inoperancia?
La familia argentina en crisis |
Más que nunca un consejo
familiar que solía repetir mi padre “nunca arrepentirse de haber comido menos y
de haber caminado más”, hoy puedo decir que mi padre era sabio, por algo siempre mantuvo su peso, era
flaco y esbelto.