"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" MARIANO MORENO

“La libertad de expresión es como la salud: cuando falta se da cuenta uno de lo que perdió. Sin ella, el ser humano pierde la dignidad como tal. Por lo tanto, todos debemos luchar para conservarla y pasarla a nuestros hijos, como la mejor herencia" AURELIO NICOLELLA

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PERIODISMO, CONSUMO Y CAPITALISMO



   Por Aurelio Nicolella


   En Argentina, el periodismo y la prensa en sus versiones escrita, verbal o televisiva, en muchos casos, hoy responde a los intereses de las grandes corporaciones nacionales y multinacionales, imponen la agenda y los temas que la sociedad deberá digerir, ese sería el término adecuado.

   Sencillo es ver como el profesional que tiene que informar, es limitado a veces por voluntad ajena y otras por razones económicas, y esa información nunca va a llegar “pura” como debería ser a su oyente o lector. Incluso deberá dar esa información con cierta orientación, respondiendo a cánones preestablecidos siempre por su “empleador”, que tenderán a formar la opinión del oyente, lector o televidente.    
   El receptor de la información tendrá así sobre dicha noticia o hecho una reflexión ya creada, procesada por personas ajenas a él.

   Joseph Pulitzer solía decir al respecto que: “El poder para moldear el futuro de una República estará en manos del periodismo de las generaciones futuras, periodistas corruptos harán naciones corruptas, periodistas honestos harán naciones honestas”, evidentemente Pulitzer se había dado cuenta de la potestad que la información tendría en el futuro.
 

   Es sabido que una buena noticia no vende por si, a diferencia de una mala noticia que si repercute en la sociedad, entonces, esa noticia “negra” es la que le va a dar a una editorial o una compañía la posibilidad de imponerse ante el lector. Ese lector es visto como un consumidor, como una persona que demanda bienes o servicios de un productor, es decir, es un agente económico con una serie de necesidades, de lo cual se desprende que no es partícipe del producto que se le vende; el que compra una heladera la compra por la necesidad de que sus alimentos se mantengan en condiciones comestibles, pero no participa de la creación de ese bien de consumo; en la información en cambio es parte, porque en el corto o largo plazo la información lo llevara a tomar una decisión desde elegir a quién lo gobernara hasta que heladera es la mejor para sus necesidades. Por eso el lector-receptor como  persona debe estar informado libremente para poder dar y pensar su propia opinión sobre los temas que le llegan y le importan como ciudadano libre. Esa diferencia en el periodismo de nuestro país debería prevalecer en favor del lector-receptor u oyente-receptor, de lo contrario se le estaría imponiendo el pensamiento que le arrima la información.

   El periodismo actual, en la mayoría de los casos, por razones económicas, sociales y lo peor por políticas del poder que se pretende imponer, no es optimista, por aquello de que el optimista tiene un proyecto, el pesimista, una excusa. A veces con ese pesimismo el periodismo malintencionado busca el camino a lo que dijimos, instalar un tema en la sociedad que a la alarga beneficiara a los grupos de poder a los que responde.

   Manda la noticia en crudo y después le manifiesta una orientación pesimista al receptor, quedándole a este una sola sensación de inseguridad, de abandono, de vacío, que llega incluso a la estigmatización del propio destinatario de esa información enviciada.  

   Es sabido que esa actitud, en nada envidiaría a un sistema fascista de gobierno, en la que el estado debe imponer el pensamiento del estado paternalista el cual deberá ser asumido y generalizado en toda la sociedad.

   En el verdadero periodismo la información debe ser brindada sin tapujos, sin mensajes de orientación que hagan tomar una posición al receptor, lo que si debe existir desde un principio un nexo entre el periodista y el receptor, que debe ser lo más libre posible. Debe el periodista suponer y dar por hecho que al que dirige la información o noticia, la sabrá analizar y examinar por sus propios medios.     
   La  escuela francesa de  periodistas de la época post-gaullismo a esa actitud profesional la llama “nouvelles entachée” (noticia no viciada).

La noticia o la información debe llegar al lector-receptor u oyente de manera totalmente imparcial, que no exista ningún mensaje subliminal. Lo mismo debe pasar si el periodista es un analista o comentarista de una noticia, en esta situación es donde mayor precaución deberá tener, para no influir sobre el receptor.   

   No se puede concebir que a una sociedad que dice ser democrática se le indique, forme, o tergiverse su pensamiento al ciudadano y se lo oriente a decidir su voluntad soberana de elegir su destino por medio de formación de pensamientos proveniente de una manifestación que se encuentra viciada con el único fin del provecho propio de la empresa, compañía, editorial o grupo de poder,  para la cual trabaja y por la cual el periodista pasa a ser un simple vocero, desvirtuando al periodismo.

   Se habla que el periodismo es el “cuarto poder”, pero cuando el inglés Edmund Burke acuño dicha frase en el siglo XVII el mundo era testigo de los cambios que se iban a produciendo. La Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos, La Revolución Industrial, todos acontecimientos que hicieron que el común de la gente comenzara a pensar que podía ser artífice de su destino. La información paso a ser necesaria para saber en qué situación se encontraba esa persona en el contexto en que habitaba, ya el hombre no necesitaba que un  rey o un señor feudal le dijese lo que sucedía a su alrededor. El rol había cambiado.

   Esas comunicaciones en gacetillas que reemplazaron a los bandos del rey-feudal, fueron los antecesores de los futuros diarios, periódicos y revistas. Nunca se imaginaron el extraordinario poder que alcanzaría más tarde en todos los países libres, el informar y el estar informado.

   Pero también estos tiempos modernos han hecho que la prensa no se limitara a reflejar la opinión pública, sino que también pueda crear esa misma opinión pública. La forma es proporcionando la casi totalidad de la información con la que ésta cuenta en cualquier momento dado, siendo uno de los generadores del denominado “mainstream” (corriente generalizada o intereses comunes). Eso perjudica al receptor y lo orienta a buscar lo que el proporcionador de la información le interesa y le brinda.

   La libertad de prensa debe ser la existencia de garantías con las que los ciudadanos tengan el derecho de informar y ser informado, primero, de los actos del gobierno y luego de los de sus conciudadanos, además de organizarse para la edición de medios de comunicación cuyos contenidos no estén controlados ni censurados por los poderes del Estado. Todos los ciudadanos de un país democrático pueden publicar sus ideas libremente y sin censura previa.        
   Garantizando a esos ciudadanos y al periodismo y a la empresa la libertad de informar sin tapujos, nunca mejor las palabras del periodista y pensador polaco   Ryszard Kapuscinski: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias y sus necesidades de información”

   Es sin ninguna duda una disyuntiva para muchos periodistas, más aun ejerciendo la noble profesión de informar en un sistema capitalista, donde la corrupción a veces es parte del mismo sistema sociopolítico, en donde la sociedad de consumo marca las pautas del éxito o fracaso, llegando a ser absorbidos por ese juego que los lleva muchas veces a vender su alma.