Por Aurelio Nicolella
En Argentina, el periodismo
y la prensa en sus versiones escrita, verbal o televisiva, en muchos casos, hoy
responde a los intereses de las grandes corporaciones nacionales y
multinacionales, imponen la agenda y los temas que la sociedad deberá digerir,
ese sería el término adecuado.
Sencillo es ver como el
profesional que tiene que informar, es limitado a veces por voluntad ajena y
otras por razones económicas, y esa información nunca va a llegar “pura” como
debería ser a su oyente o lector. Incluso deberá dar esa información con cierta
orientación, respondiendo a cánones preestablecidos siempre por su “empleador”,
que tenderán a formar la opinión del oyente, lector o televidente.
El receptor
de la información tendrá así sobre dicha noticia o hecho una reflexión ya
creada, procesada por personas ajenas a él.
Joseph Pulitzer solía decir
al respecto que: “El poder para moldear el futuro de una República estará en
manos del periodismo de las generaciones futuras, periodistas corruptos harán
naciones corruptas, periodistas honestos harán naciones honestas”,
evidentemente Pulitzer se había dado cuenta de la potestad que la información
tendría en el futuro.
Es sabido que una buena
noticia no vende por si, a diferencia de una mala noticia que si repercute en
la sociedad, entonces, esa noticia “negra” es la que le va a dar a una
editorial o una compañía la posibilidad de imponerse ante el lector. Ese lector
es visto como un consumidor, como una persona que demanda bienes o servicios de
un productor, es decir, es un agente económico con una serie de necesidades, de
lo cual se desprende que no es partícipe del producto que se le vende; el que
compra una heladera la compra por la necesidad de que sus alimentos se
mantengan en condiciones comestibles, pero no participa de la creación de ese
bien de consumo; en la información en cambio es parte, porque en el corto o
largo plazo la información lo llevara a tomar una decisión desde elegir a quién
lo gobernara hasta que heladera es la mejor para sus necesidades. Por eso el lector-receptor como persona
debe estar informado libremente para poder dar y pensar su propia opinión sobre
los temas que le llegan y le importan como ciudadano libre. Esa diferencia en el
periodismo de nuestro país debería prevalecer en favor del lector-receptor u
oyente-receptor, de lo contrario se le estaría imponiendo el pensamiento que le
arrima la información.
El periodismo actual, en la
mayoría de los casos, por razones económicas, sociales y lo peor por políticas
del poder que se pretende imponer, no es optimista, por aquello de que el
optimista tiene un proyecto, el pesimista, una excusa. A veces con ese
pesimismo el periodismo malintencionado busca el camino a lo que dijimos, instalar
un tema en la sociedad que a la alarga beneficiara a los grupos de poder a los
que responde.
Manda la noticia en crudo y
después le manifiesta una orientación pesimista al receptor, quedándole a este
una sola sensación de inseguridad, de abandono, de vacío, que llega incluso a
la estigmatización del propio destinatario de esa información enviciada.
Es sabido que esa actitud,
en nada envidiaría a un sistema fascista de gobierno, en la que el estado debe imponer
el pensamiento del estado paternalista el cual deberá ser asumido y generalizado
en toda la sociedad.
En el verdadero periodismo la
información debe ser brindada sin tapujos, sin mensajes de orientación que
hagan tomar una posición al receptor, lo que si debe existir desde un principio
un nexo entre el periodista y el receptor, que debe ser lo más libre posible. Debe
el periodista suponer y dar por hecho que al que dirige la información o
noticia, la sabrá analizar y examinar por sus propios medios.
La escuela francesa de periodistas de la época post-gaullismo a esa
actitud profesional la llama “nouvelles entachée” (noticia no viciada).
La noticia o la información debe
llegar al lector-receptor u oyente de manera totalmente imparcial, que no exista
ningún mensaje subliminal. Lo mismo debe pasar si el periodista es un analista
o comentarista de una noticia, en esta situación es donde mayor precaución deberá
tener, para no influir sobre el receptor.
No se puede concebir que a
una sociedad que dice ser democrática se le indique, forme, o tergiverse su
pensamiento al ciudadano y se lo oriente a decidir su voluntad soberana de
elegir su destino por medio de formación de pensamientos proveniente de una manifestación
que se encuentra viciada con el único fin del provecho propio de la empresa,
compañía, editorial o grupo de poder, para la cual trabaja y por la cual el
periodista pasa a ser un simple vocero, desvirtuando al periodismo.
Se habla que el periodismo
es el “cuarto poder”, pero cuando el inglés Edmund Burke acuño dicha frase en
el siglo XVII el mundo era testigo de los cambios que se iban a produciendo. La
Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos, La Revolución
Industrial, todos acontecimientos que hicieron que el común de la gente
comenzara a pensar que podía ser artífice de su destino. La información paso a
ser necesaria para saber en qué situación se encontraba esa persona en el
contexto en que habitaba, ya el hombre no necesitaba que un rey o un señor feudal le dijese lo que sucedía
a su alrededor. El rol había cambiado.
Esas comunicaciones en gacetillas
que reemplazaron a los bandos del rey-feudal, fueron los antecesores de los
futuros diarios, periódicos y revistas. Nunca se imaginaron el extraordinario
poder que alcanzaría más tarde en todos los países libres, el informar y el
estar informado.
Pero también estos tiempos
modernos han hecho que la prensa no se limitara a reflejar la opinión pública,
sino que también pueda crear esa misma opinión pública. La forma es proporcionando
la casi totalidad de la información con la que ésta cuenta en cualquier momento
dado, siendo uno de los generadores del denominado “mainstream” (corriente
generalizada o intereses comunes). Eso perjudica al receptor y lo orienta a
buscar lo que el proporcionador de la información le interesa y le brinda.
La libertad de prensa debe
ser la existencia de garantías con las que los ciudadanos tengan el derecho de
informar y ser informado, primero, de los actos del gobierno y luego de los de
sus conciudadanos, además de organizarse para la edición de medios de
comunicación cuyos contenidos no estén controlados ni censurados por los
poderes del Estado. Todos los ciudadanos de un país democrático pueden publicar
sus ideas libremente y sin censura previa.
Garantizando a esos ciudadanos y al
periodismo y a la empresa la libertad de informar sin tapujos, nunca mejor las
palabras del periodista y pensador polaco Ryszard Kapuscinski: “Para ejercer el
periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no
pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar
comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus
dificultades, sus tragedias y sus necesidades de información”
Es sin ninguna duda una disyuntiva
para muchos periodistas, más aun ejerciendo la noble profesión de informar en
un sistema capitalista, donde la corrupción a veces es parte del mismo sistema
sociopolítico, en donde la sociedad de consumo marca las pautas del éxito o
fracaso, llegando a ser absorbidos por ese juego que los lleva muchas veces a
vender su alma.