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EL JUSTICIALISMO Y SU CULTO A LA PERSONALIDAD

Por Aurelio Nicolella

Siempre llama la atención que se autodenominen peronistas y no justicialistas, que es el nombre del partido, el movimiento y/o la doctrina. Esto se debe al gran poder del “culto a la personalidad” que subsiste y es producto de una conducta de adoctrinamiento. Lo mismo pasa en Venezuela: se dice “chavista” pero, ¿alguien sabe cómo se llama el partido político que fundó Hugo Chávez? Lo mismo sucede con Fidel Castro y el “castrismo” en Cuba, donde recién en 1965 se creó el Partido Comunista Cubano.

Algo parecido sucedió con el justicialismo: primero se llamó Partido Laboral, luego Partido Peronista y en 1946 Partido Único de la Revolución. Esto último lleva a que en las Naciones Unidas, luego de la derrota a los partidos fascistas, se intentara un nombre alternativo porque "Partido Único" daba reminiscencias de los partidos autoritarios vencidos en Europa y Japón en la Segunda Guerra Mundial, y desde 1945 la Unión Soviética se oponía férreamente a que Argentina fuera participante de dicha organización y cualquier situación era aprovechada para pedir la exclusión de nuestro país. 

El culto a la personalidad tiene como propósito reforzar la posición política del “líder”. Así llega la “liturgia”: las prácticas y bondades del culto sobre el “líder” que se prolongan pese al transcurso del tiempo, haciendo que el “líder” continúe vigente junto con sus frases, hechos, acontecimientos; todos ellos interpretados de manera positiva para ser ensalzados y repetidos continuamente, y por contrario rechazados aquellos que son contrarios a la imagen del “líder” y su movimiento, así, por ejemplo, los mensajes tan fuertes y descalificadores de Perón a sus seguidores los dos meses que siguieron a la Masacre de Plaza de Mayo no existieron o no son mencionados en la “liturgia”.

Sostener así el nombre del “lider” como pertenencia a un grupo colectivo en este caso político se utiliza como medio para cohesionar al grupo, mantenerlo unido o, como se dice en la jerga política, “acorralados”, ya que aunque el líder no esté su heredero político es su sucesor, al mejor estilo de las monarquías absolutistas. 

El mismo Juan Domingo Perón echaba mano a este recurso y etiquetaba a sus adherentes como peronistas. Tenía la capacidad para saber que de esta manera coaccionaba a su tropa y seguidores haciéndolos leales a su causa.
Todos los gobiernos de color peronista sean de derecha o centro izquierda también echaron mano a este recurso y lo siguen utilizando tanto a nivel nacional, provincial y municipal. Esto aconteció durante mucho tiempo con la interminable intendencia de Manuel Quindimil en Lanús: la “liturgia” lo ensalza pero nadie se atreve a comentar en el ámbito del partido que, después de producido el golpe militar de 1976, siguió siendo intendente y juró por el “Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional”. Durante dicho periodo se produjo la peor masacre dentro del Municipio de Lanús contra adeptos de su propio partido en lo que se llamó “La Noche Negra de Escalada”.

Pero el culto a la personalidad tiene tres grandes contras: la primera es que al faltar el “líder” o no poder continuar en el poder por razones de fuerza mayor o legales (la constitución no lo permite) se produce un vacío de poder. 

La sucesión da pie a la segunda contra: cualquiera dentro del entorno político se considera con derecho para ser el sucesor del “líder”, ser su heredero y continuador, y así cada grupo reinterpreta la ideología del líder para su provecho. Esto sucede en el Justicialismo, que necesita reelecciones indefinidas para que el “líder” o el que lo haya suplantado pueda seguir en el poder y no se produzca un nuevo cisma. La tercera contra es que el adoctrinamiento no permite a los seguidores cuestionar al “líder” o a las políticas que impulse ya que ello es considerado una traición y es pasible de una “excomunión” del grupo. Entonces callar aceptando es la solución, lo cual se traduce en un sometimiento al “líder”, cuando confrontar las ideas en un debate democrático sería lo ideal.

Ya dijimos que la “liturgia” es fundamental en el culto a la personalidad. Así, por ejemplo, en el régimen de la República Democrática de Corea del Norte su fundador Kim Il-sung es considerado una divinidad que más se agiganta con el paso del tiempo. 

La “liturgia” no solamente hace que no se olvide al “líder” y se lo tenga presente si no que permite que se lo “aggiorne”. Es común escuchar a los peronistas de izquierda decir que “Si Evita viviera sería montonera”, ¿podemos saberlo?, ¿o los hubiera combatido como lo hizo su “líder”?