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VILLA JARDÍN LANÚS UN MURO QUE SIGUE EN PIE

Por Aurelio Nicolella.

“Si levantas un muro, piensa en lo que queda fuera, y lo que queda dentro, porque las miserias humanas no se pueden esconder detrás de paredes, como a los pobres no se lo tapa con muros” (Italo Calvino – escritor y pensador italiano).

Ayer vi una película argentina de 1958 titulada “Detrás de un largo muro”, dirigida por  Lucas Demare y con excepcionales interpretaciones de actores de la época del cine de oro de Argentina como  Lautaro Murúa,  Susana Campos, Ricardo Argemí, Mario Passano, entre otros. Una película estrenada hace 70 años que sigue vigente en lo que respecta a la realidad actual.

El argumento de la película gira en torno a una familia de campesinos que, tentada por diversas circunstancias, deja la tranquila y monótona vida rural para instalarse en Buenos Aires. El conflicto surge al llegar a la ciudad y darse cuenta de que no todo es lujo como creían. La familia es confinada en un barrio de emergencia llamado Villa Jardín, donde se vive de manera miserable, y la gente, totalmente inescrupulosa, se pelea hasta por el agua. Además, están ocultos del resto de la sociedad, detrás de un largo muro.

Lo llamativo es que, de tantos barrios de emergencia del Gran Buenos Aires, la acción transcurre precisamente en Villa Jardín, en nuestro querido Lanús. La historiografía cuenta que existía un largo muro que dividía la civilización de la barbarie: su origen se remonta a la inauguración del Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Aún no había sido construida la Autopista Dellepiane- Ricchieri y para llegar al  centro era necesario usar un camino costero del Riachuelo que en Lanús bordeaba una enorme “villa miseria”. Así, ante la inminente llegada del Presidente Chileno Gabriel González Videla, aliado regional del Presidente Juan Domingo Perón, el gobierno peronista tapó la vista de Villa Jardín: mandaron a construir un largo muro que imposibilitaba ver lo que había del otro lado. Por este ocultamiento vergonzoso es que Lucas y Lucio Demare en 1958 llevaron al cine “Detrás de un largo muro”. No debemos olvidar que en 1958 estaba gobernando los destinos del país la Revolución Libertadora que derrocó al General Perón.

Dentro de ese mundo se desarrolla un universo totalmente marginal donde prima el “sálvese quien pueda”. Donde el Estado está ausente y la fuerza la detentan los matones de turno, los aprovechadores que usufructúan con la extrema necesidad de los pobres y los famosos “punteros” llamados hoy en el mundo político “referentes.
Es por eso que se escucha en el film comparar el contraste entre el centro y el resto de Buenos Aires con una “hermosa mujer con cáncer”, una típica alegoría.

Nuestra argentinidad se ve reflejada en esta vieja película. El sueño de la casa propia de la gente marginada que ve fotos de los monoblock o los chalets tipo americanos que esperan recibir algún día de parte del Estado ausente, pero que  quedan solo en vanas promesas. Se aprecia en el film la antinomia de la  inocencia rural con la salvajada citadina muy bien guionada por Sixto Pondal Ríos.

Sin embargo se nota que esa sinceridad del campesino rural, trasplantado por necesidad, a veces se  impone a lo urbano, con la salvedad de que en este caso la Babilonia no es Buenos Aires sino ese lugar urbano que se encuentra detrás de ese largo muro. Pero también en el film se puede ver como una y otra vez los políticos, apostando con la esperanza de los pobres habitantes de Villa Jardín, juguetean a sacarse fotos en medio del barro, prometiendo un bienestar que nunca llegará y que sin embargo servirá para ir una y otra vez con falsas promesas politiqueras a comprar esos preciados votos que beneficiarán al político de turno. Tal como se aprecia hoy en día. Ese mismo barro que una de la protagonistas dice que es más sucio que el  barro del campo, pero que al futuro dirigente de turno no le interesa en época electoral pisar por más sucio que esté. Es la política barata a la que en Argentina estamos acostumbrados.

Villa Jardín, por su parte, fue partícipe de los vaivenes de la tragicomedia histórica argentina. En el golpe de estado de 1955 se la llego a considerar como abrigo de peronistas donde políticos y sindicalistas peronistas podían camuflarse con sus habitantes, fue vigilada.

Durante los enfrentamientos en el año 1962 entre Azules y Colorados se la llegó a rodear con varios tanques Sherman y tropas del ejército argentino de la antiperonista facción colorada,  que comparaban al peronismo con el comunismo y abogaban por erradicarlo completamente, temiendo que los habitantes del asentamiento se alzaran para ayudar a la facción opositora azul más condescendiente con el peronismo.

En la famosa inundación del 12 de octubre de 1967 Villa Jardín ni figuró en los protocolos de evacuación, teniendo que autoevacuarse sus habitantes.

En la  época de la dictadura cívico-militar de 1976-1983 todo Villa Jardín fue vigilado por miedo a que terroristas se refugiaran en sus laberínticas calles. De esa época muchos habitantes recuerdan los interminables retenes de las fuerzas de seguridad y las “razzias” que eran moneda corriente, principalmente en las horas de madrugada, cuando muchos iban a trabajar pensando que  subversivos se podían camuflar con los trabajadores.

Pero también los largos pasillos, de 80 centímetros de ancho, esconden historias que emocionan, donde docentes instruyen a niños y organizaciones religiosas contienen y ayudan a la población, donde ONGs ayudan a tener una vida un poco más digna y la esperanza de futuro mejor.

Hoy del muro solo quedan los recuerdos perdidos: el muro físico cedió con el tiempo, pero el muro moral sigue tan vigente como la película argentina que en su tiempo supo reflejar la realidad de la época y la de nuestro tiempo, en donde se habla de inclusión pero donde los muros siguen dividiéndonos.

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