Por Aurelio Nicolella
Tiempo de elecciones en el país más grande y poblado de América Latina, un “test” importante para la política de la región. Este domingo se comienza a jugar un nuevo capítulo en la política brasileña, que seguramente tendrá su segundo tiempo el día 28 de octubre cuando se lleven a cabo el balotaje que designe quién será el próximo presidente de Brasil.
Jair Messias Bolsonaro con su lema de campaña “Brasil por encima de Todo, Dios por encima de Todos”, que tiene un significado muy nacionalista y conservador contra el candidato Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores en reemplazo del candidato Lula Da Silva que se tras la inhabilitación de Lula para participar en las elecciones por una condena en un proceso por corrupción permitió que su candidato vicepresidente lo reemplazará en la contienda electoral.
En el mundo político el análisis es si tiene el pueblo brasileño el derecho de votar a un personaje como Bolsonaro. ¿Podrá llegar a esos límites la soberanía popular en Brasil?, Jair Bolsonaro es conocido en Brasil por sus posiciones nacionalistas y conservadoras, además de sus críticas al comunismo y la izquierda política, y sus declaraciones controvertidas. También es conocido por defender la dictadura militar en Brasil, durante su voto a favor de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, hizo homenaje al Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, jefe del Centro de Operaciones de Defensa Interna (D.O.I.), un órgano de la dictadura militar responsable de torturas a Dilma Rousseff y varios militantes de izquierda.
Que una figura como Bolsonaro surja en el espectro político de un país, es producto del permiso que da el mundo civilizado: La Unión Europea, Canadá, los Estado Unidos de América, el mundo occidental y capitalista necesita personajes que cierren el portón a gobiernos populares y en este caso Bolsonaro era la única opción, lo más malo pero lo único disponible a mano. Con sus actitudes y su formas Bolsonaro escapa a los “standards” civilizados aceptados para un mundo que quiere transitar por la igualdad, pero es conveniente para el “establishment” que gobierna el mundo.
La pregunta para los argentinos es ¿en que repercute estas elecciones del 7 de octubre en Brasil, en la República Argentina?
Las elecciones brasileñas es un alerta para todos los partidos políticos y, especialmente, para la Alianza Cambiemos hoy en el gobierno. Si este gobierno fracasa y pierde el poder, es una posibilidad que el electorado que lo voto se vuelque hacia un liderazgo más de derecha, o sea una “derecha nacionalista” como pregona Bolsonaro, ya es este no es un embajador de la derecha capitalista que representa hoy la Alianza Cambiemos.
A Cambiemos se le critican no solo los problemas económicos, sino los otros que no pudo o no quiso resolver: inseguridad en las calles, ordenamiento de las instituciones, piquetes, trapitos, caos en la calle y transportes, etc. etc. Si fracasan no va a volver CFK, sino, por el hartazgo de la corrupción e ineptitud de la clase política, está sembrado el campo para que aparezca un Jair Bolsonaro, un Donald Trump, etc… La gente ya sabe que los partidos políticos y sus integrantes solo piensan en su propio beneficio. Y podrían hacer una apuesta por algo diferente.
Muchos analistas políticos aventuran que la Alianza Cambiemos, si no logra la reelección, no será sucedida por un gobierno de izquierda sino por un personaje político de derecha más duro que los actuales. Esto realmente no se sabe, pero seguro que mucho del espectro del electorado que votó a la Alianza Cambiemos se volcara a ese candidato de extrema derecha.
El candidato Bolsonaro deberá en la primera vuelta de este domingo arrimar la mayor cantidad de votos, ya que no hay nada seguro en la primera vuelta aunque salga primero y a distancia de Fernando Haddad, seguramente esto sucederá gran parte de los que no van a votarlo en primera vuelta tampoco estarán dispuestos a votarlo en el balotaje.
Así que lo más probable es que quien gane en la segunda vuelta lo haga por un margen estrecho, impredecible.
El corolario es que Bolsonaro no es ni fascista ni nazi, porque para ser eso hay que tener alguna capacidad intelectual y carece de ello, y Fernando Haddad está lejos de ser un izquierdista devorador de burgueses.
Las diferencias entre ambos radican en cómo plantearse el desarrollo social, político, económico y cultural del cercano Brasil y no agigantar la grieta que sufren los brasileños.