Por Aurelio Nicolella
Baches en Lanús algo normal |
Don Enrique, un vecino de mi barrio que vivió desde que vino
de su Córdoba natal a esta parte de Lanús Oeste hace cinco décadas, falleció
este domingo.
Fue un buen vecino que me vio crecer, vio como mis padres inmigrantes
prosperaron en esta tierra bendita, fue el mismo que me felicitó cuando me gradué
de abogado o cuando me casé, por lo que fue parte de muchas etapas de la vida
de los vecinos de esta parte Lanús.
Él mismo vio como el asfalto se comía al barro y las calles
dejaban de ser transitadas por carros a caballo, pudo ver también como los cables
comenzaron a cruzar el cielo del barrio trayendo progreso.
Si algo don Enrique no pudo ver fue el arreglo del bache de
la esquina de Monseñor Hladnik y San Vladimiro. Él lo tomo como una obsesión
durante sus últimos años, a toda costa deseaba y pretendía que las autoridades
municipales supieran de su existencia y solucionaran el inconveniente, él
alegaba que una calle tan transitada, con dos líneas de ómnibus que pasan por esa
bocacalle, no sea arreglada, “…no se dan cuenta que se puede producir un
accidente grave...”
Él al bache lo vio nacer, hace años, desde cuando era una
pequeña rajadura en el asfalto, igual que a la decadencia del municipio que
eligió para vivir; se obsesionó con ello, comenzó su cruzada, incitaba a firmar,
a hacer llamadas a medios masivos de comunicación, golpeó las puertas en cuanto
despacho municipal pudo, llegó a solicitar audiencias con concejales, que lo
único que hicieron fue darle evasivas promesas.
Incluso me acuerdo que una vez vino a mi estudio jurídico
para que le redactara con términos legales unos reclamos que iba a llevar al
intendente del municipio y al señor gobernador, pero su protesta no tuvo
contestación ni solución.
Todos nos dábamos cuenta del amor y pertenecía que tenía al
barrio y a sus vecinos, ya siendo jubilado no cejaba de seguir con su lucha,
que era la del bienestar del lugar que vivimos. Siempre estuvo atento para
ayudar a quien lo necesitaba.
Con el tema del bache cada víspera de elección redoblaba la
apuesta, era común escuchar, “…si no lo arreglan ahora no lo arreglan más…”.
Me acuerdo lo alegre que se puso este fin de invierno cuando
vio el arreglo con asfalto nuevo y todo en Marco Avellaneda y Monseñor Hladnik,
“…ahora la próxima vienen las máquinas para acá…”, era lógico pensarlo estaban
a menos de cien metros, pobre, su virtud fue que era puro optimismo hasta en la
adversidad. Las máquinas terminaron y se fueron como se terminó el acto
eleccionario.
Pero a veces los nervios propios de una persona de edad que
no es escuchada, con una vida de sacrificio, trabajo y honestidad, le jugaban
una mala pasada y entonces, sus hijos, su esposa y los vecinos le decíamos que
no se haga mala sangre, que deje pasar. El respondía que no importaba, igual
iba a seguir e insistir, que no le iban a ganar, como buen descendiente de
calabreses la iba a continuar. Y eso que don Enrique no vivía en la esquina
sino a mitad de cuadra. Pero su sentido de persona de bien y de pertenencia lo
hacían luchar como si el bache estuviera en el living de su casa.
El domingo nos enteramos de su muerte, la inoperancia e
incompetencia de las autoridades y funcionarios pudieron más. Para nosotros,
los vecinos y contribuyentes como él, hoy mirando esa bocacalle, sabemos que
mientras siga estando ese bache en Monseñor Hladnik y San Vladimiro, pasará a
ser para todos nosotros “El bache de don Enrique”. ¿Se habrá enterado el Dr.
Darío de ello?, o ¿estará ocupado dando cátedra?