Por Aurelio
Nicolella (*)
“El radicalismo tiene que volver a sus fuentes, que
siempre estuvieron amparadas por lo que
Yrigoyen define como su idea moral. El partido puede cambiar su esencia sobre
la base de la frustración y los desengaños. Se hizo muy fuerte la defensa de
sus ideales, tuvo casi un sentido religioso. Por ello, los radicales nos
llamamos correligionarios, participantes de una verdadera religión, que es la
religión de la ética, de la política limpia, de la política moral. El
radicalismo tiene esos principios como base fundamental." - Anselmo Marini
(1907-2002), Gobernador bonaerense (1963-1966).
El radicalismo |
En un año electoral tan
importante como este 2013, un año bisagra (**) para la política argentina, ya
que se juegan muchas cosas, el oficialismo tiene su última carta para al menos instalar
en la sociedad el tema de la “re-reelección” y de encontrar así la posibilidad
de un nuevo mandato de CFK, que posibilitaría en América Latina el liderazgo
popular, ya que Hugo Chávez, el abanderado de la causa de los pueblos del sur
del Río Grande ya no reina y ni gobierna. Para Daniel Scioli y Sergio Massa,
que remaban en el mismo bote del kirchnerismo hasta hace poco, será la
oportunidad de ver hasta dónde pueden llegar en sus aspiraciones políticas para
salir de sus respectivos feudos y proyectarse extramuros.
También para el arco opositor al oficialismo es un año bisagra: el macrismo
y los socialistas a su manera se juegan mucho en estas elecciones, ellos gobiernan dos de los tres únicos distritos del
país que no están en manos del oficialismo, la apuesta es grande e importante, el
dilema de ellos es sin lugar a dudas, donde poner las fichas.
En cambio, para la U.C.R. es
más que un año bisagra, ya que debe demostrar, primeramente ante sus militantes
y sus simpatizantes y luego ante la sociedad argentina, que es la alternativa a
un gobierno decadente, inoperante y corrupto, que puede ser la opción, que
aprendió de sus errores y que precisamente tiene un plan de gobernabilidad para
ello.
Para gobernar un país tan
complejo como Argentina es necesario saber qué necesita cada una de las regiones y zonas
del país, cada una de las familias, cada hombre y mujer, cada una de las
instituciones y organismos que la componen, pero también se necesita modificar
las conductas de una sociedad que cada vez se aleja del ideario republicano
por, precisamente, la desidia de quienes la gobiernan.
Que el radicalismo se
“aggiorne” no lo puede discutir nadie, ni los de dentro ni los de fuera. Es
necesario y vital, pero se debe demostrar unidad en ello. El debate es: ¿qué
debemos “aggionar”? y ¿cómo hacerlo sin tocar la esencia del radicalismo?, sin
perder esa identidad que hizo del partido centenario y policlasista en los
momentos difíciles del país la solución de sus problemas asumiendo los costos
políticos que ello siempre deparo.
El radicalismo precisamente por ser netamente
nacionalista en su esencia y sus raíces, no es conveniente al imperialismo y a
los centros de poder. Es un partido político donde sus integrantes todo lo
debaten, donde todo lo opinan, aunque a veces se exagere, pero eso lo hace un
movimiento político democrático y republicano. En síntesis, no es una institución verticalista en donde
una cabeza es la que manda y el resto obedece como tiernos corderitos. Por eso,
el verticalismo al imperio y a la oligarquía le sirve tanto, ya que de esa
manera el objetivo de dominación del pueblo se centra en someter a una sola
persona para que sus intereses espurios se hagan realidad.
La historiografía radical dice
que cuando Don Hipólito Yrigoyen, encarcelado después del golpe de estado de
1930 y encontrándose la U.C.R. proscripta y perseguida, Don Marcelo T. de
Alvear, dejando de lado las diferencias existentes entre el caudillo y él,
ambos compañeros de lucha en la Revolución del Parque de 1890, volvió de su
placida vida en Francia y se puso junto con varios correligionarios el partido al
hombro, dejando de lado rencillas, diferencias y errores de antaño. Consiguió
con la abstención que la U.C.R. no se desintegrara y fuera absorbida por
fuerzas oligárquicas, conservadoras y burocráticas. Así, no convalidando la
década más infame de la política
Argentina, posibilitó que el radicalismo siguiera con vida. El costo fue grande
para Alvear: sufrió prisión y confinamiento, prácticas netamente fascistas, condiciones
de lucha que solo quienes militan con pasión pueden entender. Hoy como ayer, los radicales están llamados a ponerse el
partido al hombro dejando las diferencias y tratando de encontrar las
coincidencias, dentro de la ética, la política limpia, y la política moral,
como lo hizo Marcelo T. de Alvear y sus correligionarios en aquella época de
lucha, en donde no había tregua. La Argentina toda lo necesita, un país como el
nuestro no puede esperar. Es que los tiempos no dan y la obligación de la
U.C.R. toda es dar repuesta a ello, ese es el gran desafío del radicalismo en
este año bisagra de la política argentina.
NOTA: (**) Año bisagra: Es una definición
usada generalmente en política, economía
y/o medicina para afirmar y designar que
un determinado acontecimiento que se producirá cercanamente, sea este social, económico, científico o
médico, producirá un tránsito o cambio a otra forma de encarar o ver dicha disciplina,
una situación social o médico-científica.
(*) Aurelio Nicolella, nació en Lanús, provincia de
Buenos Aires, el día 11 de septiembre de 1962, es abogado, ex-docente
universitario, escritor, pensador e investigador histórico.