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EL FANTASMA DE AUGUSTO PINOCHET

Por Aurelio Nicolella

Augusto Pinochet Ugarte nació en 1915 en la provincia chilena de Valparaíso, siendo de familia de clase media baja, optó por la carrera militar a los 17 años. Según el biógrafo, el estadounidense James Whelan, Pinochet tuvo una vida como infante y adolescente sin mayores sobresaltos. 

La figura materna juega un papel muy importante en la formación de su carácter y lo marcó durante toda su vida.

El 11 de septiembre de 1973, junto con otros tres generales de las Fuerzas Armadas y Carabineros, lideró un golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional del socialista Salvador Allende. Un año más tarde, Pinochet era Jefe Supremo de la Nación.

Poco saben que Pinochet se sumó a los complotados a último momento,  los comandantes de las otras fuerzas que contaban ya con el apoyo de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (C.I.A.) y el gobierno estadounidense de Richard Nixon.
Para que triunfase el golpe de estado, faltaba el apoyo de Augusto Pinochet, como comandante en jefe del ejército, así  hasta el 8 de septiembre de 1973, pese a la solicitud explícita del general Sergio Arellano Stark, Pinochet no había dado una respuesta definitiva al alzamiento militar. 

Incluso a la mañana del día 9 de septiembre asistió junto a otros generales a una reunión con el presidente Salvador Allende Grossens, que ante el descontento popular y de las fuerzas armadas anunciara su decisión de realizar un plebiscito para salir de la crisis política y económica a través de una vía democrática.  Ese mismo día en horas de la tarde Pinochet hizo conocer a los otros jefes militares  su intención de sumarse al golpe de estado, habiendo decidido que su familia se aloja en el sur del país y cerca de la frontera con la República Argentina.

Gobernó con mano de hierro durante 17 años, su frase por la que pasó a la historia fue: “En Chile no se mueve una hoja sin que él no supiera”, fue la primera experiencia “neoliberal” de acuerdo a lo que pregonaba Milton Friedman. Se caracterizó por graves acusaciones de extensas violaciones a los derechos humanos, como un designio del destino falleció un 10 de diciembre de 2006, fecha en que se conmemora el día de los Derechos Humanos en todo el mundo.

En 1998, y a petición de la justicia española, Pinochet fue detenido en la capital británica. En la actualidad, su equipo de abogados libra una batalla legal para que no sea extraditado a España y juzgado por crímenes de lesa humanidad.

Lo llamativo es que pese haber fallecido hace más de trece años, de haberse sabido las atrocidades cometidas, la corrupción de llegar a tener cuentas bancarias en el exterior con nombres falsos, sigue estando tan presente en la sociedad chilena. Lo que hace que la sociedad chilena se encuentre dividida.

Hace un par de semanas un programa de la televisión chilena presentó una encuesta en donde se  debía votar por si  Augusto Pinochet había sido un dictador o un reformador, lo asombroso es que la opción que había sido un reformador llegó a tener el 56 por ciento de las preferencias sobre la de Dictador, lo que significa para algunos que su legado siga vigente. 

En Chile no hubo guerra de Malvinas donde los militares con frente marchita volvieran a sus cuarteles, al contrario en Chile se instaló lo que se dio en llamar “La democracia protegida” que tiene su basamento en una “democracia neoliberal”, y éste es el legado  central del carácter doctrinario pinochetista. La “democracia protegida” convierte al Presidente de la República en un dictador lega La democracia protegida contiene una concepción insuficiente, unilateral y neoliberal de los derechos humanos

Así el sistema democrático para Augusto Pinochet y su régimen es un medio para el progreso económico objetivo que se debe tener en cuenta siendo su único fin. 
Por eso la sociedad como tal con sus necesidades no es prioritaria, deja de ser el bien común en donde el dirigente debe velar por los principios económicos antes que los sociales y bienestar, estos vendrán o llegaran oportunamente como la lluvia. 

Así vemos que en la Constitución Política chilena de 1980, oportunamente plebiscitada por el pueblo chileno sin las garantías electorales, protege, preferencialmente, el derecho de propiedad en todas sus formas y garantiza la libertad económica como libertad de mercado; Asimismo, impide al Estado realizar actividades empresariales, salvo que una ley de quórum especial lo permite; y otorga al Banco Central autonomía respecto al poder político, para fijar las políticas monetarias. 

Es decir, otorga rango constitucional a una concepción o doctrina del Estado y de la economía y de los derechos humanos. La democracia protegida niega el principio liberal de la prescindencia política de las fuerzas armadas y las convierte en un actor político permanente.

A más de una década de la muerte del dictador y con casi tres décadas de gobiernos democráticos todavía los chilenos no han podido archivar esa constitución implantada y darse libremente en democracia una Carta Magna que este a la altura  de las necesidades del pueblo chileno del siglo XXI.

Sin duda alguna, hablar del general Pinochet significa hablar de una figura que levanta controversia, que abre heridas del pasado y que confronta a la sociedad chilena con su propia historia...  historia en la que el general Pinochet ya tiene asegurado un sitio; ¿Cuál? Cuestión de enfoques: para unos, el de un dictador despiadado; para otros, el del hombre que supo salvar a Chile del comunismo. Lo cierto y palpable hoy es que el fantasma del dictador sobrevuela Chile.